La desilusión llega más rápido que la ilusión, parece que
agrada más el que es banal y del montón, el que comparte las ideas repetidas y
hace de ellas una mala imitación, que aquel que tiene ideas propias y defiende
su pasión, los que tienen sentido de vida y se han atrevido a definirse por sí
solos, esos les parece no tener valor.
Es verdad que nadie inventa desde cero, todos tenemos una
imagen de la cual partir, pero que pena me da aquellos que la imagen que tienen
fue adquirida por montones de copias que más parecían borradores, de esas cuya
tinta toda escurridiza arrastra consigo el siguiente renglón y no deja ver, por
lo que queda tantear lo que
probablemente pueda decir.
Y las burlas, no son más que el desconocimiento y el
nerviosismo por no saber de lo que el otro habla, por temor a parecer más
ignorante de lo que en sí son y la única
forma que encuentran es escurrirse como aceite por donde pueda y salir
arrastras de esa situación, no sanos ni con la frente en alto, simplemente lo
que buscan es solo la salida.
Si el rebajarme a sus gustos y a su humor fatídico es la
solución para reunirme y aceptarme en su ignorancia, mil veces prefiero seguir
sola pero erguida, con libro y moleskine en mano, con un buzón esperándome para
darme ese buen abrazo.
Es complicado saber que en una familia de 9 miembros eres tú
la que no ha seguido los mismos pasos de ni uno ni otro, soy la sorpresa inapropiada
pero útil por las monedas que puedo proporcionar.
En sí el que no arriesga les parece más cuerdo que el que
arriesga y da sin ni siquiera pedir nada, sólo una sonrisa del otro extremo del
monitor y compartir ideas, las ideas están, no podremos acabárnosla, hay tanto
que decir , que expresar, que conocer y que amar.
En fin no me quedaré sentada, ni viviré de forma común; mi
sed de conocer no se acaba, quiero seguir aprendiendo, disfrutar viendo el
desfile de palabras que emanan de todos mis sentidos. Quiero que toques mi
puerta y dejártela siempre abierta, vuelve a casa, regresa a la vida.