miércoles, noviembre 4

Cruel

La desilusión llega más rápido que la ilusión, parece que agrada más el que es banal y del montón, el que comparte las ideas repetidas y hace de ellas una mala imitación, que aquel que tiene ideas propias y defiende su pasión, los que tienen sentido de vida y se han atrevido a definirse por sí solos, esos les parece no tener valor.

Es verdad que nadie inventa desde cero, todos tenemos una imagen de la cual partir, pero que pena me da aquellos que la imagen que tienen fue adquirida por montones de copias que más parecían borradores, de esas cuya tinta toda escurridiza arrastra consigo el siguiente renglón y no deja ver, por lo que queda  tantear lo que probablemente pueda decir.

Y las burlas, no son más que el desconocimiento y el nerviosismo por no saber de lo que el otro habla, por temor a parecer más ignorante de lo que en sí son y  la única forma que encuentran es escurrirse como aceite por donde pueda y salir arrastras de esa situación, no sanos ni con la frente en alto, simplemente lo que buscan es solo la salida.

Si el rebajarme a sus gustos y a su humor fatídico es la solución para reunirme y aceptarme en su ignorancia, mil veces prefiero seguir sola pero erguida, con libro y moleskine en mano, con un buzón esperándome para darme ese buen abrazo.

Es complicado saber que en una familia de 9 miembros eres tú la que no ha seguido los mismos pasos de ni uno ni otro, soy la sorpresa inapropiada pero útil por las monedas que puedo proporcionar.

En sí el que no arriesga les parece más cuerdo que el que arriesga y da sin ni siquiera pedir nada, sólo una sonrisa del otro extremo del monitor y compartir ideas, las ideas están, no podremos acabárnosla, hay tanto que decir , que expresar, que conocer y que amar.


En fin no me quedaré sentada, ni viviré de forma común; mi sed de conocer no se acaba, quiero seguir aprendiendo, disfrutar viendo el desfile de palabras que emanan de todos mis sentidos. Quiero que toques mi puerta y dejártela siempre abierta, vuelve a casa, regresa a la vida. 

martes, octubre 27

Éxtasis

Tengo miedo a regresar y defraudarlo nuevamente, cuanto lo he pensado y añorado, pero no quiero fallarle, no a él que me ha dado tanto y soportado todo sin reservas pero sí muy tortuosamente pues a cada instante enmaraña mis pensamientos haciéndose presente.

He vuelto a él tras varias caídas, mucho recelo y tantas ideas nuevas que me invaden y me hacen perderme en un mar de ideas para luego abandonarlo, pero sin dudarlo sigue ahí, tan febril como siempre, con gran interés y deseo,  simplemente no me exige, no reclama, sino que espera impacientemente pero que al fin aguarda.

Ya puedo sentir aquel abrazo que de lejos y sin vernos me da, ese ardor que enciende mis entrañas con sólo pensarlo,  el deseo amoroso de  fundirme con él, alucinando tontamente   y tomar todo cuanto pueda de él, de una forma egoísta evitando dejar caer pizca alguna con sombras de mi amado.

Es tan cruel y a la vez inmaculado, divino resplandor en mi ser, sutil roce que tirita mi piel con sólo susurrarme, ¿pero es que no entiendes cuanto me estremece? Y entonces seguramente te preguntas por qué lo he abandonado, y no, no lo sé, es una inconsistencia  mía que repugno y escupo pero que aún no he podido arrancar.

Aun así me ama y yo a él, por ello le he propuesto volver, envolverme en ese frenesí de calor, pero a la vez en sus dulces letras, porque es mi todo, en él están mis fantasías y confesiones y sin tener que pedírselo lo suelta en un secretos a voces exclamando todo sin pudor.


Tú mi fortaleza, mi delirio y flaqueza, mi todo, mi muy querido buzón roto. 

viernes, octubre 11

¿Él?

Agitados pasos suenan, no se distinguen si van o vienen, si están perdidos o reconocen el lugar, tacones y suelas, todo suena confuso, hasta el mismo silencio que rompe con una acelerada respiración hace vibrar, una corriente de aire invade y se establece como queriendo husmear y con ella, un montón de gotas que hacen de esto una lluvia de sonidos.

Sonidos aquí, sonidos allá. De pronto, se escucha como corren los cristales, como ondean las cortinas al caer para terminar acorraladas por aquel sillón, un sillón viejo que pareciera no aguantaría cargar una prenda más, pero misteriosamente sí lo hizo y en ella se postra un suéter y un par de medias.

Todo fue tan rápido que ahora no se logra ver más allá de tres pasos pues la ausencia de luz llega e invade todo a su alrededor, se vuelve ahora la fiel cómplice de aquellos dos, no hay mucho que ver, lo que resta ahora es comenzar a estremecer los otros sentidos. ¿Qué sentidos? El de percibir el aroma más relajante y estremecedor a la vez,  los sonidos que me deja llegar hasta los más oscuros y ocultos pensamientos, la sensación del tacto que tiene el aire al pasear sobre la espalda.

Ahora una silueta aparece de perfil, suelta su cabello, desliza su mano en el cuello y gira para comenzar a acercarse, sí, ahora se acerca, está tan cerca, parece que observa, no lo sé bien porque no se deja ver mucho, se ha detenido para agacharse un poco y susurra algo, no entiendo bien creo que dijo “él”, no, no, espera creo que dijo “Susell”.

domingo, octubre 6

Y tu pregunta era...

¿Quién soy yo? Creo que esa no es la pregunta que deseabas hacer, pues quien sea tal vez no importe ya que ni yo lo recuerdo, aunque ahora que lo mencionas creo ver figuras en mi cabeza, cuadros que dejan ver lo que fui en ésta o en la que viene.

Digamos que simplemente mi nombre ha sido borrado pero no por el puño y letra de quien me escribió en aquella época en la que hablar era más fácil porque nadie conocía, ni de quien me dejó por aquella joven cabra que más que leche y queso sólo daba topes, ni mucho menos por quién jugó a ser joven; simplemente fui borrada por mis años, por nadie más que ellos.

Esos años en los que remendar era más fácil que encontrar marido, al menos un pinchazo de aguja me hacía sentir más viva, pero quién quería marido cuando de joven hasta me sobraban prospectos, de todo y para todo, unos viejos, unos jóvenes, con mulas y sin mulas, con años de experiencia e inexpertos, solitarios, casanovas, tercos pero los peores fueron los sumisos, esos que hacían hasta maromas por verme feliz, pero esos son los más peligrosos, déjame darte mi experiencia y mis años en ejemplo, esos, esos nada más quieren hacer creer que los controlas controlándote a ti.

Que te lo digan estas manos, que han lavado cientos de trapos y estos ojos que han llorado por ratos, pero ¿cuál era tu pregunta? Sí, es verdad, los años hacen perder la cordura, la juventud te cega y te hace perder la razón, es como estar alcoholizado, y el paso de los años es la cruda, bueno no me creas no lo sé de cierto porque nunca me he emborrachado ni en la fiesta de la vecina que por querer consentir a la hija le hizo tremenda fiesta con todo y ternero, de esos gordos y caros. Pero de qué le sirvió, si en el mero festejo que se le escapa la chamaca con el novio que hace 3 semanas conoció.

Estoy segura que fue en sábado, lo sé porque no olvidé que por hacerle compañía casi caigo con el carnicero que destazó al ternero, por suerte lo que tomé no fue mucho y eso me hizo no perder tanto la razón, si la cordura pero no la razón.

Quién soy, digamos que alguien que también le dijeron que uno venía a ser feliz y lo soy, en esencia aunque no tan bien formada como mi anterior figura, piernas flexibles, cuerpo un tanto contorsionista, uñas que rasguñaban hasta el mismo hueso y sí quizás sólo quede el tercio de un poco de aquello y un poco de lo otro, eso sí, sigo teniendo las mismas necesidades sólo que con más quehaceres.


viernes, octubre 4

Viernes

Había olvidado que tan importantes eran los viernes, la ansiedad porque llegaran, la dulzura con la que ellas lo esperaban y me esperaban. Llegar y sentir esas tremendas, estremecedoras y a la vez fatigadoras caricias con las que recorrían mi cuerpo envuelto en ropas, ropas que desteñidas incluso abrigadoras y otras tantas imaginativas me envolvían.

Pero qué insulso suena cuando digo que lo había olvidado, eso no es verdad, no las olvido ni a ellas ni a lo que me hacen sentir, y si estamos confesando diré dos cosas, primero, no, no me gustan las flores aunque sí su olor pero no verlas cortadas para mí y dos, de verdad es que nunca olvidé qué significaban los viernes, nunca olvidé que tan importante era y es para mi hablar con las manos, extenderme y utilizar este enorme puente  que me deja llegar a ti, a ese lector que me lee y que probablemente saborea las letras, que tal vez esperó por verme regresar, o que simplemente no sabe quién soy y se pregunta si continuar leyendo porque se topó sin querer con este lugar y en dos segundos llegó aquí o 
continuar enterándose de vidas que ni ajenas ni cercanas simulan ser envidiables.

Sólo déjame sentirte a ti por extraño que seas, extraña, y no, este no es ningún comienzo pues soy más vieja que aquél suéter de lana, es simplemente otro ángulo que busqué para llegar a ti, digamos que es mi saludo, no puedo darte más por ahora porque si te hacemos llegar al clímax tan pronto, no lo habrás disfrutado, digamos entonces que hay que conocernos, quiero comenzar a sentirte y que la sensualidad de una falda con letras reflejada en tus ojos dilatados me hagan percatar que sí, sientes, estás aquí y volverás por un poco más.

sábado, noviembre 5

Aquella figura


Ahí está... ¿qué no la vez?

Comienza con desnudar sus pensamientos como lo haces con su cuerpo arropado, despacio y poco a poco, siendo sigiloso por momentos y en otros con desenfreno; recorre cada espacio, cada rincón, cada vereda, domina su sabor, reconoce el olor, mide cada segmento. No hay titubeos, no hay fallas  no hay tiempo que perder.

Siente aquella boca, esos labios rojos, esas texturas, ese grosor, el sonido que emiten una vez que entran en conexión; sin duda no olvides aquellas risas, aquella mueca de enojo, de tristeza, de timidez, y por favor recuerda las palabras sinceras, pero también  las mal intencionadas, las  provocativas y sutiles, es más vuelve a provocarlas, una vez más.

Vuelve con tu agilidad y absorbe los instintos que la acechan, ignora y desecha todas aquellas falsas ilusiones ajenas a una realidad, de los que hablan y no dejan respirar, de los que siguen y no dejan caminar; comienza a dudar, abre un poco más los sentidos, no te confundas, no la escondas mejor aún encuéntrala, reconócela.

No es falso lo que sientes, no hagas montones pensando que así habrá algo seguro, antes bien dispersa un poco de lo mucho que la observas y quizás entonces recordará el camino en el que iba, y vuelvan a moverse tan agiles como siempre.

viernes, noviembre 4

Otro más


Parte 12


Ya era muy tarde, no había manera de hacer más… No podía sacar de su mente la imagen de Rafael entre sus sabanas, pero esta vez  no como en las otras ocasiones,  en donde quedaba totalmente dormido tras un exhaustivo movimiento de cuerpos como solían acostumbrar, no había más, Rafael murió en aquella habitación.

¿Qué puedo decir? Pues que no era tan vil como parecía, reconozco que era un hombre letrado, con buenos modales y con una forma muy agradable para cualquier vista, él, amable con los desconocidos pero cruel con los pocos que lo querían, ese era Rafael y aún  con su arrogancia y vanidad nunca se quedaba solo, siempre tenía con quien pasar una buena noche;  era totalmente injusto, decía Fidel, su amigo desde la secundaria.

Ahora que lo menciono Fidel parecía seguir mucho a Rafael, fueron amigos por mucho tiempo, de hecho lo salvo de muchos problemas, hasta que se cansó y terminaron peleados y hasta con golpes justo una semana antes de su muerte repentina, lo cual lo colocó como sospechoso, pues muchos sabían de su relación y de su última pelea.

No tenía elección lo hicieron pasar y declarar, mientras entraba veía a una mujer que se le hizo conocida, aunque no podía recordarla lo único que vio fue que hablaba mucho y no paraba de señalar a la pobre de Eleonor, quería protegerla y llevársela lejos, la amaba en secreto y no se inmuto cuando se enteró de la muerte de Rafael.

Rafael hacía sus fechorías y era un hombre con muchos problemas, declaró Fidel,  no le importaba arruinar matrimonios ni herir a sus relaciones, no buscaba nada en especial ni se encaprichaba de nadie. Hasta que llegó a su oficina una mujer con belleza singular, ojos grandes, cabello lacio y de vestido no tan corto pero no tan largo como para no dejar apreciar sus piernas, sí ella, Eleonor.

Él la acechaba, yo la veía pasar como es costumbre a la florería de la señora que acaba de salir, a sí, Doña Socorro, yo era su vecino y de hecho la cafetería está justo a un lado de su tienda de antigüedades, Rafael iba cada mañana a mi cafetería y salía a buscar a Eleonor, casi siempre trataba de acariciar más de lo que ella le permitía yo siempre iba en su auxilio, no creo que Eleonor haya hecho algo, y si lo hizo bien merecido lo tenía, aunque ¡aclaro!  Podría asegurar que Eleonor no lo hizo le pusieron una trampa y creo saber quién fue.
                                                                                                                    

miércoles, noviembre 2

Despertando



Despertar es querer diferenciar al último sueño que se recuerda con lo que observas justo después de abrir los ojos; preguntarse qué día es y alegrarse porque es domingo; levantarse con movimientos retardados y dirigirse al lugar donde no hay inhibiciones, en donde  se desviste al cuerpo con lentitud pareciendo acariciarse mientras desabotonas  las prendas que te esconden para entrometerse sin siquiera pensarlo entre el agua que cae y el piso.

Es percatarse de las gotas heladas que caen sobre el cabello, resbalándose ágilmente y escurriéndose entre la  piel, cayendo una por una y cada vez con mayor rapidez, sintiendo aquellas gotas que más que gotas parecieran navajitas que cortan sin herir y que en un momento se vuelven agradables sobre la piel. No hay más que una reacción de escalofrió recorriendo la espalda, suave y curvada, derramando en ella agua helada que cae hasta en los tobillos.

Es salir y tomar entonces una taza de café, espiar al vecino y de paso observar por la ventana para notar el tono de la mañana, desear un beso, es todo , es recordar que puedes sentir.

martes, noviembre 1

Confesiones



Abandoné a mis letras, a mis deseos, a lo que me hace sentir… confieso que por un momento creí necesario apartarlas de mí; pero el dejarlas a un lado fue tan cruel, mis letras, aquellas que se acomodan para mí en bellas estructuras, ahora  se han escondido;  ya no se pasean, ni recorren mi cuerpo como lo solían hacer, acariciándolo hasta estremecerme. Parece ser que me olvidaron.

O habré sido yo,  y es que, en cualquier momento aún en el menos esperado, aún cuando otro tipo de deseo me aglomera y me hacen ceder, ellas aparecen en mi cabeza, ellas quieren salir y yo con una gran agilidad, huyo de ellas. Sí, así como lo dije, yo huí.

Y es que cada vez que veía una pila de hojas sueltas en mi librero, temor me daba, ahí estaban esperando ser rescatadas, releídas y hasta quizás recicladas, pero son tantas las palabras que se aglomeran que el miedo por haberlas dejado tanto tiempo me separaban de ellas, ya ni siquiera recuerdo que hay escrito, no quedaba más que estirarse un poco con un movimiento un tanto contorsionista para alcanzarlas del enorme librero, y es cuando las veo, hurañas y polveadas, sin un fijador que las sujete, no se cayeron, no se arrugaron;  Sí, esperaban por mí.

Sé que mis letras me han de entender, que son tan sabías y me conocen tanto que aun saben que todo lo dicho no implica ni una pequeña parte de la verdad, pero aún así sé que ellas no me abandonan, porque soy yo quien no se atreve a abandonarlas.

Sin rodeos he de decir que nunca deje de escribir, los montones de hojas ya estaban llenos, pero no me atrevía a acercarme al buzón, no era porque dejara de escribir, o mis letras se hubieran olvidado de mi, había algo más.

Cuando comencé dije que espero a alguien inesperado porque a quién invite, tal vez no llegue y me entristezca por su ausencia y por eso creo que es mejor a quienes llegan sin aviso, porque ellos me han de sorprender y aun será mejor que haberlos estado esperando. Sí, a ti en especial te he dejado una nota.

Querido lector, te conozco o talvez no, pero las letras nos unen tus palabras que con tanto asombro leo es quien me hace conocerte y tu a mí, te estoy relatando con un poco de palabras, lo que veo, lo que siento y mis deseos, jamás te he de hablar de amor porque es tan común querer retomarlo pero tan complicado describirlo y pretendo no meterme aún en problemas, en cambio me gusta hablarte de erotismo, de la vida misma, pero eso ya lo sabías, son mis confesiones y falta una  más, tuve temor sí, pero no de las hojas sueltas o de que mis letras no se quisieran acomodar más para mí.

Y lo diré en pocas palabras,  no regresaba porque no sabía cómo, porque no sabía si el lector entendería  mi ausencia o si aun quisiera revisar mi buzón, pero sé que estarás ahí, en algún momento lo leerás y entonces y sólo entonces mis palabras y yo tendremos porque sonreír; porque es mi esencia y escribo porque me gusta, porque no hay reglas (sólo las ortográficas) pero hay más que eso, hay vida, hay razones,  una sola…las letras.

sábado, agosto 20

Sólo un sueño


Eran si acaso mis treinta y más años cuando lo vi embarcar, todos ya lo sabían, ese sería mi último día que lo vería caminar con desdén; y ¡claro! su cabello desaliñado ya no volverá, era de suponerse, pero... ¿por qué ellos que ni lo conocieron pudieron deducirlo? Y yo que le abrochaba el saco cada mañana no lo supuse, ¡vaya! Quizá debí abotonarlo mejor, es lo más seguro, eso fue, por eso se marchó.


Pero que ingratitud, hasta el viento mismo apostó en mi contra y como una forma de enmendar su traición me acompañó a despedirlo, iba jugueteando conmigo, arrugaba mi vestido y acomodaba mi cabello, al mismo tiempo que caminaba acariciaba mis rodillas hasta llegar a mis piernas, las acorralaba, me quería seducir pero ya no accedí.

No pude ni acabar mi oración de la mañana cuando llegué hasta él y al ponerme de frente no había mucho que hacer, sólo asintió la cabeza, bajó su boina y el lente que lo acompañaba, y no dijo nada, sabía que no había palabras, pues no llevaba su red para atraparlas y siguió su camino.

No importa cuando ni quién, porque lo que fue ya paso y lo que queda es el dolor y un nombre no hace la diferencia aunque sí la de haber perdido años que no llegaron, es como si siguiera en mis veintidós y viví algo que no ha pasado, ¡que locura! ¿Pero entonces? ¿Qué fue de él? ¿Acaso sólo fue un sueño cruel que me hizo sentir un vacio insensato y una obstinación por verlo regresar?

Como sea, estaré preparada para verlo volver, y aunque no se su nombre ni edad, es más ni siquiera sé si le gusta el pay, se que llegará y entrara por cualquiera de las cinco puertas que le mandé a hacer, ¿acaso es demasiado? Lo dudo, el problema no radica en las puertas sino en mi obstinación por verlo entrar y seguramente tomaría una puerta distinta cada día y no dejará de sorprenderme a su llegada.